Mucho nos hemos quejado de la falta de cultura de buena parte de los intelectuales y artistas españoles, orgullosos de tener un gusto musical deleznable: son legión los que actualmente se dedican a escuchar musiquillas ramplonas, considerando, por lo visto, que son muestras de un exquisito consumo sonoro. Pero la verdad es que ha habido en nuestra historia ejemplos destacadísimos de lo contrario: es el caso de Benito Pérez Galdós, cuya formación musical y certero discernimiento en los temas sobre música quedaron plasmados de forma preeminente en su obra. En este año del centenario de la muerte de Galdós, hemos tenido oportunidad de acercarnos a este aspecto desde muy distintos puntos de vista, pues ha sido una cuestión que ha estado presente en los numerosos homenajes dedicados al gran maestro. Sobre ello existe una interesante bibliografía de apreciable calidad, en la que se recuerda su formación musical, iniciada en Las Palmas, su localidad natal, y con la que continuó al parecer en sus primeros años de estancia en Madrid. Ya en la capital su amor por la música se vio reflejado en sus primeros pasos periodísticos, precisamente como crítico musical en el periódico La Nación , labor ejercida entre 1865 y 1868. Desde luego esta vertiente de crítico es, quizás, la faceta que más nos ha atraído hasta ahora con respecto a este tema de Galdós y la música, pues nos revela su fino gusto musical a través de su opinión sobre los principales acontecimientos de la capital, tanto en el terreno del teatro lírico como en el de los conciertos
Otra de las vertientes que me parece más atractiva de las relaciones del gran escritor canario y la música se encuentra en la intersección de su obra con el teatro lírico; para Galdós el teatro fue, por cierto, un espacio a conquistar. En los escenarios actualmente no se están recordando las pocas obras que escribió directamente para el teatro, e incluso las adaptaciones que él mismo realizó de algunas de sus novelas dialogadas, y tampoco las piezas líricas inspiradas de distintas formas en su obra. En este campo es muy interesante observar la influencia sobre la zarzuela de sus Episodios Nacionales, con la irrupción de un buen número de estrenos en los años del cambio de siglo del XIX al XX que contaban con el apelativo de “episodio”, ya fuera lírico, dramático, cómico, o todos estos adjetivos juntos. Obras entre las que aparecen, por cierto, músicos tan destacados como Chapí o Chueca.
En este año en el que se han unido las conmemoraciones de Galdós y Beethoven, me encontré al don Benito crítico musical al realizar mi guion para el documental radiofónico Beethoven y España: la recepción de un mito, de Documentos RNE. Su voz dio desde la prensa un saludo encendido al estreno realizado por Barbieri de la primera sinfonía completa de Beethoven en España. Y además, la huella de su admiración por Beethoven protagonizó momentos destacados de su fecunda obra literaria, como en general todo su conocimiento directo de la música gracias a su faceta de buen pianista aficionado. Ya en la prensa musical del momento se destacaba este aspecto, con la publicación incluso por separado de los fragmentos dedicados a Beethoven en su obra La desheradada. La música está presenta en la obra de Galdós a través de sus personajes y descripciones, pero igualmente su fino oído y la modernidad de su elegante prosa amplió su mundo literario a la inclusión de numerosos sonidos con los que su arte representa un sensorial fresco de paisaje sonoro, concepto tan característico del siglo XX, ese siglo que en sus últimos años él mismo ayudó a alumbrar.
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